Abusadores sexuales, estafadores financieros, espías y hasta asesinos: mientras canoniza a sus santos en la Tierra, el Vaticano también carga con sus propios demonios. Entre los muros del Estado más pequeño del mundo conviven la fe y el poder, pero también las sombras de una historia marcada por escándalos, secretos y traiciones.

“La Iglesia es santa, pero está compuesta por pecadores”, recuerda el historiador Martin Dumont, citando una homilía del papa Benedicto XVI.

En la actualidad, los abusos sexuales cometidos por miembros del clero, tanto contra menores como contra otros religiosos, son el mayor escándalo que enfrenta la Iglesia. Es, además, uno de los principales desafíos que deberá asumir quien suceda a Francisco, continuando el camino que el papa argentino ya avanzó en materia de investigación, justicia y reparación.

Jorge Bergoglio también tomó la posta de su antecesor alemán en la lucha contra otras formas de corrupción, como las irregularidades financieras dentro de la institución.

Uno de los rostros más visibles de esa limpieza interna es el cardenal italiano Angelo Becciu, un antiguo colaborador de Francisco que se convirtió en el jerarca de más alto rango condenado por el tribunal penal vaticano. Becciu simboliza los pecados de codicia y malversación que por siglos han afectado a la Iglesia, una institución con fortunas difíciles de auditar y poder concentrado.

Presionado por sus colegas, Becciu anunció recientemente que no participará en el próximo cónclave.

El futuro pontífice no la tendrá fácil. Frente a resistencias internas, tal vez deba recordar una frase del propio Francisco: reformar el Vaticano es como “limpiar la Esfinge de Egipto con un cepillo de dientes”.

Ambición, dinero y escándalos sexuales ocupan un lugar destacado en la oscura historia del Vaticano.

Desde sus comienzos hace más de dos mil años, la Iglesia de Roma atravesó períodos de extrema decadencia moral, señala un alto prelado consultado por AFP bajo anonimato.

Los escándalos más notorios

Ubicado en el corazón de Roma, sobre colinas que han presenciado todo tipo de excesos a lo largo de los siglos, el Vaticano es sede del poder papal y el Estado más pequeño del mundo. Allí funcionan la Curia, las residencias religiosas, los museos, diversas instituciones e incluso la Guardia Suiza, encargada de proteger al pontífice.

Se trata, en definitiva, de una comunidad humana, con virtudes y defectos. Aunque el papa lidera espiritualmente a más de 1.400 millones de fieles, él y sus colaboradores no están exentos de errores.

Solo hay que retroceder al siglo X para encontrar al papa Juan XII, de quien se dice que convirtió el palacio de Letrán en un harén. Ya en el Renacimiento, Alejandro VI Borgia habría organizado una orgía para celebrar el casamiento de su hija.

¿Hechos reales o leyendas? A veces es difícil saberlo. “Los papas del Renacimiento no eran modelos a seguir. Eran más bien hombres de guerra, interesados en defender su territorio”, apunta el mismo prelado.

Las poderosas familias papales –como los Médicis, los Pamphili o los Borgia– acumulaban riquezas y repartían cargos y bienes entre sus allegados. El nepotismo era un cáncer para la Iglesia en aquellos tiempos, cuando los papas se comportaban como verdaderos monarcas. “Lo primero que hacían al llegar al poder era enriquecer a los suyos y perjudicar –o eliminar– a los demás”, agrega.

En tiempos más recientes, los escándalos económicos reaparecieron con fuerza. Uno de los casos más recordados es el del banco Ambrosiano, vinculado al lavado de dinero de la mafia y cuya quiebra en 1982 arrastró a su director, Roberto Calvi, encontrado colgado bajo un puente de Londres.

También causó conmoción la muerte del comandante de la Guardia Suiza, Alois Estermann, y su esposa, asesinados en 1998 en su departamento del Vaticano por un joven soldado que luego se suicidó. Las versiones van desde un crimen pasional hasta un complot de inteligencia extranjera. La verdad, hasta hoy, sigue sin saberse.

Sea cual sea la época, los errores del pontífice y su entorno siempre contrastan con el exigente mensaje moral de la Iglesia, subraya Dumont.

Eso fue justamente lo que motivó a Martín Lutero a denunciar a una Iglesia que, en su opinión, se había convertido en una nueva Babilonia. Su crítica terminaría provocando el cisma del siglo XVI y el nacimiento del protestantismo.